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Por Pablo Torche

Las cartas de Van Gogh nos permiten datar con mucha precisión la fecha de creación de su obra más famosa. La noche estrellada fue pintada durante la segunda mitad de Junio de 1889, muy probablemente entre el 16 y el 18 de este mes. Para entonces, el pintor se encontraba internado en el sanatorio para enfermos mentales Saint Paul de Mausole, cerca del pueblo de Saint Remy, en el sur de Francia.

Como ocurría con la mayor parte de sus obras, Van Gogh le envió la pintura a su hermano Theo, unos pocos meses después de su creación, en Septiembre de 1889. Theo era el encargado de una galería de arte en Montmartre, y habitualmente le entregaba a su hermano algunos comentarios de las pinturas que recibía. En este caso, su reacción no fue particularmente entusiasta. “A veces, la búsqueda del estilo puede conspirar contra el verdadero sentimiento de una obra” le escribió a Vincent.

Es probable, por tanto, que Theo no haya tenido La noche estrellada entre las obras preferidas que escogía para mostrarle a coleccionistas y críticos, en sus infructuosos intentos de conseguir alguna venta para su hermano. De hecho, el joven crítico Albert Aurier ni siquiera la menciona, en su elogioso ensayo sobre Van Gogh que publicaría unos meses más tarde, en el Mercure de France, y que constituye la primera reseña publicada sobre la obra de Van Gogh, cuando el pintor estaba todavía vivo.

La primera referencia a La noche estrellada aparece en la pluma de Octave Mirbeau, un escritor francés que la menciona fugazmente en una reseña sobre el pintor publicada en 1890, poco después de su muerte. A pesar de esta mención al pasar, es probable que la obra haya dejado una impresión duradera en la mente de Mirbeau, porque en 1892 publicó la novela Sobre el cielo, acerca de un pintor que enloquece mientras trata de terminar su obra.

Archivo:Octave Mirbeau.jpg

El crítico y escritor francés Octave Mirbeau

 

Para entonces, Theo también había muerto, de una enfermedad derivada de la sífilis, y toda la obra de Vincent había pasado a manos de su viuda,  Jo Bonger, por entonces de 29 años y madre de un bebé (Vincent) de poco más de un año. Inesperadamente a cargo de este enorme legado, Jo Bonger, que se había casado con Theo sólo un par de años antes, y que iba a tener una vida marcada por la tragedia, jugó un rol fundamental en la conservación y difusión de la obra de Van Gogh.

A medida que el interés por la obra de Van Gogh crecía, Jo comenzó a vender algunas de sus obras a coleccionistas o interesados, y La noche estrellada fue a parar a manos del poeta simbolista Julien Leclercq. Un año más tarde, Leclercq la incluiría en la primera retrospectiva dedicada al artista, realizada en 1901 en París, once años después de su muerte. Pero La noche estrellada no debe haber despertado mayor interés del público, pues un poco después volvió a manos de Jo (no se sabe bien si Leclercq la devolvió, o nunca la compró sino sólo la pidió en préstamo). Como sea, nuevamente en posesión de la obra, Jo la volvió a vender en 1906, a un coleccionista holandés, por una suma módica de 80 libras.

Este comprador a su vez la vendió, probablemente por una suma más alta, a otra coleccionista holandesa, Georgette van Stolk, quien lució el cuadro en su sala de estar por varios años. Van Stolk gustaba de la pintura, o quizás simplemente tuvo el buen criterio comercial de esperar que la obra se apreciara y veinte años después, en 1936, cuando la fama de Van Gogh estaba asentada, se la ofreció al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). Sin embargo, pidió un precio tan alto que el destacado museo no consiguió levantar la suma solicitada. Van Stolk decidió seguir esperando. Dos años después, el marchante parisino Paul Rosenberg sí erogó la cuantiosa suma demandada por la mujer. Estamos en 1938, han transcurrido 48 años desde la muerte del pintor, casi 50 desde la creación de la pintura, y para entonces podemos inferir que muy poca gente la ha visto en vivo y en directo, más allá de los afortunados amigos e invitados de van Stolk.

Rosenberg era judío y en 1940, con Paris ocupada por los nazis, decidió escapar a Estados Unidos. Buena parte de su colección fue confiscada, pero aparentemente los alemanes no estuvieron interesados en esta extraña visión nocturna de colores brillantes, de manera que Rosenberg logró llevarla consigo.

En Nueva York, Rosenberg finalmente vendió la pintura al MoMA, convirtiéndose en la primera obra de Van Gogh adquirida por el museo neoyorkino. El pago de  la obra fue financiado principalmente por la coleccionista estadounidense Lillie Bliss, que entregó a cambio tres obras de su colección, dos de Cézanne y una de Tolouse -Lautrec.

El impacto que produjo La noche estrellada entre el público del museo fue inmediato, instalándose enseguida como una de las principales atracciones de la exhibición permanente del MoMA, sitial que mantiene hasta el día de hoy.